El Relato del Arcángel Purpurado
de Sohravardi

Traducción de Mehdi Flores


El mundo imaginal se despliega en el relato de Sohravardi a través de sugerentes analogías. Es precisamente el discurso analógico, con su lógica interna, el que nos permite adentrarnos en el significado profundo de la Realidad. No es casual que al pensamiento de Sohravardi se le considere una ‘Teosofía de la Luz’ puesto que es ésta el símbolo por excelencia del proceso creador. La iluminación/revelación se produce en el corazón del creyente, quien accede al mundo del significado a través del ta’awil, la comprensión espiritual que lleva a alcanzar primero la conciencia y más trade la visión de Dios. Mehdi Flores nos regala una primicia de la espiritualidad islámica amenizada con sus agudos comentarios que nos ayudan a adentrarnos en este autor poco o nada conocido, a pesar de su importancia, en nuestra lengua.

La vocación sintética y unitaria del islam, hace posible que, incluso personajes de una mitología tan distante de las "Gentes del Libro" como la indoirania, se integren en un discurso que no abandona en ningún momento el hilo conductor del Tawhid.

 

¡Gloria a Aquel que dispone soberanamente de los dos universos!. Todo cuanto ha sido en el pasado, por su Existencia ha sido, cuanto es en el presente, por Su Existencia es, lo que será en el futuro, por Su Existencia habrá de ser. Él es el Primero y el Último, el Manifiesto y el Oculto, el Vidente. ¡Bendición y Paz sobre los Enviados a las criaturas y en especial sobre Muhammad, el elegido, por quien fue sellada la profecía!. ¡La Paz sea sobre los Compañeros y sobre los Maestros del Din, que el Conocimiento divino sea sobre todos ellos! .

"Uno de mis amigos más íntimos me hizo cierto día una pregunta: ¿Los pájaros, se comprenden unos a otros?.

— Claro que sí, le respondí.

— ¿Cómo lo sabes?, — replicó mi amigo.

— En el principio del mundo, cuando el Formador quiso manifestar mi ser que era todavía inexistente, me creó con la forma de un halcón. Pues bien, en el país donde estaba entonces había otros halcones, hablábamos entre nosotros, escuchábamos nuestras conversaciones y nos entendíamos mutuamente.

— Bien, — dijo mi amigo —, ¿y cómo se ha podido llegar a la situación de hoy en día?.

— Bueno, sucedió que un día los cazadores Decreto y Destino tendieron la red de la Predestinación, colocaron el grano de la atracción y así lograron capturarme. Se me llevaron de aquel sitio, que había sido mi nido, a una región lejana. Me cosieron los párpados, me ataron con cuatro tipos de trabas y me colocaron diez vigilantes que no paraban de controlarme, cinco mirándome de frente y cinco dándome la espalda. Los que me vigilaban de frente, me mantenían tan aturdido que olvidé todo mi pasado, mi nido, mi país lejano, y todo cuanto había conocido allí. Hasta que llegué a creer que siempre había sido aquel en el que me había convertido.

Pasado un tiempo, mis ojos se entreabrieron un poco y de nuevo empecé a ser capaz de ver algo. Comencé a ver cosas que nunca había visto y estaba maravillado. Poco a poco, cada día mis ojos se abrían más y veía cosas que me dejaban totalmente perplejo. Hasta que al fin, pude abrir mis ojos completamente y el mundo se me mostró tal como era. Me vi a mí mismo con las ataduras que me habían puesto y vi que estaba prisionero y vigilado por mis guardianes. Y me dije: "Me parece que nunca lograré desembarazarme de estas ataduras ni eludir a mis guardianes ni podré abrir mis alas y echar a volar, suelto y libre de toda opresión".

Pasó más tiempo y hete aquí que un día advertí que mis guardianes habían relajado su vigilancia. "No volveré a encontrar mejor ocasión" – pensé —. De manera que, sin que se diesen cuenta, me escabullí dando saltos, atado como estaba y logré alcanzar el camino que conducía al desierto. Llegado al desierto, pude ver a una persona que se me acercaba, así que me dirigí hacia ella y le abordé con un saludo. Él, con una gracia y una delicadeza perfecta, me devolvió el saludo. Como el color de su cara y su cabello eran de un rojo púrpura, creí estar en presencia de un muchacho y sin más le dije:

—¿Muchacho, de dónde vienes?.

—¡¿Muchacho?! — me dijo —. Te equivocas al llamarme así. Soy la primera criatura que hizo el Creador y ¿tú me llamas muchacho?.

— Pero, entonces, ¿cómo es que no has encanecido como los ancianos?.

— En realidad soy blanco, soy muy viejo, un Sabio cuya esencia es la luz. Pero el mismo que te capturó a ti con la red, el que te colocó esas ataduras y te puso guardianes para que te vigilasen, hace mucho tiempo que me arrojó a mí también dentro de este oscuro Pozo. Eso explica este color púrpura con el que tú me ves. En realidad soy totalmente blanco y luminoso.

Has de saber que cuando algo blanco, de una blancura como la de la luz, viene a ser mezclado con el negro, se ve de apariencia rojiza. Observa el crepúsculo y el alba, los dos son blancos, puesto que son la luz del sol. Sin embargo, el crepúsculo y el alba son momentos intermedios: de un lado, el día que es blancura y del otro, la noche que es negrura; de ahí el color púrpura del crepúsculo de la mañana y del crepúsculo de la tarde. Observa la luna en el momento de salir, bañada de luz, aunque sea una luz que toma de otro astro. Una de sus caras está vuelta hacia el día mientras que la otra mira hacia la noche. Así la luna aparece de color púrpura. Lo mismo una simple lámpara, abajo la llama es blanca, arriba se transforma en humo negro pero en el medio su color es rojizo. Muchos más ejemplos podría citarte que corroboran esta ley.

— Entonces le dije: ¡Sabio!, ¿de dónde vienes?.

— De más allá de la Montaña de Qaf. Allí tengo mi morada. También tú, hace mucho tiempo, tenías tu nido allí. ¡Lástima que lo hayas olvidado!.

— ¿Qué estás haciendo aquí?.

— Soy eterno peregrino. Viajo sin cesar por el mundo y contemplo sus maravillas.

—¿Y qué clase de maravillas has visto en el mundo?.

— Siete son las maravillas: la primera, la montaña de Qaf, nuestra patria, la tuya y la mía. La segunda, la Joya que ilumina la noche, la tercera, el árbol Tuba, la cuarta, los Doce Talleres, la quinta, la Cota de Mallas de David, la sexta, la Espada India, la séptima, el Manantial de la Vida.

— Cuéntame la historia de cada cosa, te lo ruego.

— Bueno, la primera es la montaña de Qaf. Se yergue contemplando todo el mundo a su alrededor. En realidad se compone de once montes. Allí es donde regresarás cuando te hayas librado de esas ataduras porque de allí se te llevaron y porque todo vuelve al fin a su forma inicial.

— ¿Pero cómo he de recorrer el camino hasta allá?.

— Difícil es, en efecto, la ruta. Se encuentra uno, primeramente, con dos montes que hacen ya parte de la montaña de Qaf. Uno es de clima tórrido y el otro gélido y tanto el calor como el frío son de una extremidad ilimitada.

— ¡No hay problema!. En invierno cruzaré el monte de clima tórrido y en verano el de clima gélido.

— Desgraciadamente, te equivocas. Nunca, en ninguna estación, muestra su cielo bonanza.

—¿Y qué distancia hay hasta esos montes?, pregunté.

— Tan lejos como vayas y tanto como camines siempre llegarás de nuevo al punto de partida, lo mismo que el compás que tiene un pie en el centro y el otro en la periferia, puede estar dando vueltas el tiempo que quiera que siempre llegará otra vez al punto del que había salido.

— A lo mejor se puede cavar un túnel a través de esos montes y salir al otro lado.

— Es imposible hacer un túnel. Pero aquel que posee la Aptitud puede atravesarlos en un instante, sin tener que excavar un túnel. Se trata de una propiedad semejante a la del bálsamo. Si expones tu mano al sol hasta que notas que la piel te arde y entonces derramas gota a gota el bálsamo en el hueco de la palma de tu mano, el bálsamo se extiende hasta el dorso de la mano gracias a las virtudes naturales que contiene. Al igual que tú, si haces realidad la virtud natural capaz de atravesar estos montes, los pasarás en un abrir y cerrar de ojos.

— Esa virtud, ¿cómo la puedo hacer realidad en mí?.

— Te lo digo con medias palabras a ver si eres capaz de entender.

— Y una vez que habré atravesado esos dos montes, ¿es fácil pasar los otros?.

— Cierto que es fácil, pero a condición de saber. Algunos se quedan para siempre cautivos en esos dos montes, otros llegan al tercero y se establecen allí. Otros alcanzan el cuarto, otros el quinto y así hasta el undécimo. Cuanto más inteligente es el pájaro, más lejos llega.

— Ahora que me has contado la historia de la montaña de Qaf, nárrame el relato de la Joya que ilumina el mundo.

— La Joya que ilumina el mundo, — me explicó el sabio, — está precisamente en la Montaña de Qaf, mejor dicho, se halla en el tercer monte y debido a su existencia, la noche se vuelve resplandeciente. Sin embargo, no permanece sin cambios siempre en el mismo estado. Su luz proviene del árbol Tuba. Cada vez que se encuentra justo enfrente del árbol Tuba, tomando como referencia el punto en el que te encuentras tú ahora, la Joya aparece enteramente luminosa. Cuando no está totalmente enfrente sino que se encuentra más cerca del árbol Tuba, una parte de su disco luminoso se vuelve oscuro, desde tu punto de vista, mientras que el otro continua brillante. Y cuanto más se acerca al árbol Tuba, más gana la zona de sombra a la zona luminosa, siempre, por supuesto, desde tu punto de vista, pues desde el punto de vista del árbol Tuba una cara de la Joya siempre queda luminosa. Cuando alcanza el lugar más próximo al árbol Tuba, aparece, por relación a ti, completamente oscura, mientras que desde el árbol Tuba, es completamente luminosa. Por el contrario, cuando se aleja del árbol Tuba, comienza, desde tu punto de vista, a brillar y cuanto más se aleja del árbol Tuba más aumenta su luz para ti. No es que la luz aumente, en absoluto; es que la masa de la Joya va reteniendo más tiempo la luz y que a su vez va disminuyendo la zona de sombra. Así hasta que se encuentra otra vez enfrente del árbol Tuba que es cuando la masa de la Joya se guarda para ella toda la Luz.

Una analogía te lo hará entender. Coge una esfera y señala enteramente con una línea mediana su diámetro, de parte a parte. Ponla en una taza de agua y pon esta esfera en la superficie del agua, de suerte que la mitad de ella esté sumergida. Supongamos que, al cabo de dar diez vueltas sobre ella misma, el agua le ha cubierto toda su superficie. Si un observador la hubiese estado mirando desde arriba, habría visto siempre una mitad de la esfera sumergida en el agua. Ahora bien, si el mismo observador la mira oblicuamente, desviándose progresivamente de la perpendicular, ya no podrá ver la entera mitad de la esfera sumergida en el agua, puesto que a medida que se aleja de la perpendicular, deja de ver parte de la otra cara que no está ya enfrente de su mirada. Por el contrario, mirando así, verá una parte de la esfera sobresalir del agua. Cuanto más se incline para mirar, menos parte de la cara de la esfera verá sumergida en el agua y más parte de esa cara verá sobresaliendo del agua. Cuando se coloque al nivel de la superficie del agua, verá media cara de la esfera emergiendo del agua y otra media sumergida.

Si la taza es de cristal transparente y continúa mirando oblicuamente por debajo del nivel del agua, verá una parte cada vez más grande de la esfera sobresalir del agua, hasta que pasando por la línea perpendicular de la taza, habrá visto la esfera entera, esta vez sin verla "debajo" del agua.

En el ejemplo de la esfera y de la taza, es sólo el observador el que se desplaza alrededor de la taza para mirar a una y a otra. Pero en el caso de la Joya que ilumina la noche y del árbol Tuba, son ellos los que giran simultáneamente alrededor de su observador.

— ¿Qué es el árbol Tuba?, — pregunté al Sabio.

— El árbol Tuba es un árbol inmenso. Todo el que habita el Jardín contempla este árbol cada vez que se pasea por él. En lo más profundo de estos montes de los que te he hablado, hay otro monte y en él se encuentra el árbol Tuba.

— ¿No da frutos?.

— Todos los frutos que tú ves en el mundo penden de ese árbol. Los frutos que tienes delante de tus ojos, se cuentan como suyos. Si no existiese ese árbol no verías fruto ni árbol alguno, ni planta ni flor.

— Frutos, árboles y flores, ¿qué les une a todos con ese árbol?.

— Simorgh tiene su nido en la copa del árbol Tuba. En la aurora, sale de su nido y extiende sus alas sobre la Tierra. Es por la influencia de sus alas por la que los frutos aparecen en los árboles y las plantas germinan en la Tierra.

— He oído contar — dije — que fue Simorgh quien crió a Zal y que con ayuda de Simorgh, Rustam mató a Esfanyar.

— Así es, en efecto.

—¿Cómo pasó eso?.

— Cuando desde el seno de su madre, Zal hizo su entrada en la existencia, el color de su cabello era todo albino y su rostro completamente blanco. Su padre, Sam, mandó que lo arrojasen al desierto. También su madre estaba profundamente desconsolada por haberle dado a luz. Cuando vio que su hijo tenía un aspecto tan repulsivo, aceptó lo que se le mandó.

Zal fue abandonado en el desierto. Era invierno y hacía frío. Nadie imaginaba que el niño pudiera sobrevivir mucho tiempo. Pasaron algunos días y su madre se arrepintió y le entró pena por su hijo. "Iré al desierto - se dijo - .Tengo que ver qué ha sido de mi niño". Cuando llegó al desierto dio con él y hete aquí que estaba todavía vivo. Simorgh lo había protegido con sus alas. Cuando la mirada del niño se topó con la de su madre, este le sonrió. Entonces lo tomó en brazos y lo amamantó. Quería llevárselo consigo a casa, pero se dijo: -"No, hasta que no sepa cómo ha sobrevivido Zal durante estos días, no volveré a casa"-.

Abandonó pues a Zal en el mismo lugar, bajo el ala de Simorgh y se escondió en los alrededores. Cuando cayó la noche y Simorgh se retiró del desierto, se acercó a Zal una gacela y le puso sus ubres en la boca del niño. Cuando terminó de mamar su leche, se recostó junto a la cabeza del pequeño, para proteger a Zal de todo peligro. Entonces, se levantó su madre, ahuyentó a la gacela y se trajo al niño a su casa.

— ¿Qué secreto se oculta en ese relato?, pregunté al Sabio.

— Yo mismo interrogué a Simorgh al respecto y esto es lo que me dijo: "Zal vino al mundo terrestre bajo la mirada de Tuba. No permitimos que pereciese. Entregamos la cría de la gacela al cazador e infundimos a la gacela, su madre, amor por Zal para que se ocupase de él y le amamantase. Durante el día, yo mismo lo guardaba bajo mis alas".

— ¿Y el caso de Rustam y de Esfanyar?.

— Esto fue lo que pasó. Rustam no fue lo suficientemente fuerte para vencer a Esfanyar y, cansado, volvió a su casa. Su padre, Zal, se deshizo en súplicas ante Simorgh. Pues bien, tiene Simorgh una virtud natural tal que si se pone directamente delante de él un espejo o cualquier objeto semejante, todo ojo que mira en este espejo queda deslumbrado. Zal mandó fabricar una coraza, totalmente pulida y se la puso a Rustam. Le colocó también en la cabeza un yelmo perfectamente pulimentado y vistió su caballo con láminas de espejos.

Entonces ordenó a Rustam que se colocase en el campo de batalla, justo enfrente de Simorgh. Esfanyar tenía que venir de cara a Rustam. Cuando se aproximó, el reflejo de los rayos de Simorgh que caían sobre la coraza y sobre los espejos, alcanzó los ojos de Esfanyar, de manera que quedó deslumbrado y cegado por su luz. Pensó que había sido herido en los ojos, porque llegó a entrever como dos puntas de flecha afiladas. Cayó del caballo y murió a manos de Rustam. Se cree que las dos puntas de flecha de madera de gaz de la que hablan las historias, eran las dos alas de Simorgh.

— ¿Quieres decir, — pregunté al Sabio — que en todo el universo no ha existido más que un solo Simorgh ?.

— No, sólo el que no sabe piensa equivocadamente así. Si no descendiese incesantemente a la tierra desde el árbol Tuba un Simorgh y no desapareciese simultáneamente el que estaba en ese momento en la tierra, es decir, si no viniese continuamente un Simorgh, nada de lo que existe aquí, subsistiría. Y lo mismo que él desciende a la tierra, igualmente va desde el árbol Tuba a los Doce Talleres.

— Entonces exclamé: ¿Qué son, ¡oh sabio!, esos Doce Talleres?.

— En primer lugar, sabe que cuando nuestro Rey quiso organizar su reino, organizó en primer lugar nuestra región. A continuación nos puso a nosotros mismos a trabajar. Instituyó Doce Talleres y en cada uno de esos Talleres colocó a algunos aprendices. A su vez, puso a trabajar a estos aprendices, de manera que, bajo la dependencia de estos Talleres superiores, apareció un nuevo Taller y nuestro Rey puso en él a un Maestro. A este Maestro le encargó una nueva tarea, de manera que bajo la dependencia de este nuevo Taller, surgió otro más. También en este puso a trabajar a un Maestro, de manera que de este surgió otro Taller, confiado a un tercer Maestro y así hasta que hubo siete Talleres y al frente de cada Taller, un Maestro. Entonces, a cada uno de los aprendices que estaban distribuidos en las doce Casas, les dio un vestido de honor. También le dio un vestido de honor al primer Maestro y le confió como propios dos Talleres entre los Doce superiores. Al segundo Maestro, le dio también un vestido de honor y le confió a su vez otros dos Talleres de entre los doce superiores. Y lo mismo al tercer Maestro. Al cuarto Maestro le dio un vestido de honor que era el más hermoso de todos pero no le confió más que un solo Taller de los doce superiores. Sin embargo, le ordenó supervisar estos doce. A los Maestros quinto y sexto les dio respectivamente lo mismo que les había dado al segundo y tercer Maestro. Cuando le llegó el turno al séptimo, no quedaba más que un Taller de los doce. Se le dio un Taller, pero no se le dio un vestido de honor. El séptimo Maestro, entonces, comenzó a dar fuertes gritos: "¡Cada Maestro tiene dos Talleres y yo no tengo más que uno. A todos se les ha dado un vestido de honor y yo no tengo ninguno!".

Se le dijo entonces que, dependiendo de su Taller, serían instituidos dos Talleres y que se le pondría al cargo de ellos. Y dependiendo del conjunto de todos los Talleres, fue fundada una plantación, cuyo cuidado fue encomendado igualmente al séptimo Maestro. Además, se estableció que del hermoso vestido del cuarto Maestro, se le haría continuamente al séptimo Maestro un vestido usado más pequeño de modo que siempre el vestido de uno sería a su vez el vestido del otro, tal como te he dicho que pasa a propósito de Simorgh.

— ¡Oh sabio!,— insistí yo —, ¿qué se teje en esos Talleres ?.

— Se teje sobre todo brocado, pero se teje también toda clase de cosas de las que todavía nadie tiene idea. También en estos Talleres se teje la cota de mallas de David.

— ¿Qué es, ¡oh sabio!, la cota de mallas de David?.

— Esa cota de mallas son las diversas ataduras que te aprisionan.

—¿Cómo las fabrican?.

— En cada una de las cuatro tríadas que componen los Doce Talleres superiores se fabrica un anillo. Del trabajo de los Doce Talleres se obtienen cuatro anillos. Pero la cosa no termina aquí. Estos cuatro anillos son presentados al séptimo Maestro para que los trabaje. Cuando los tiene a su disposición, el séptimo Maestro los planta en el campo y ahí se quedan, inacabados, durante un tiempo. A continuación, los cuatro anillos son engarzados uno a otro y su conjunto forma un tejido rígido y firme. Entonces se hace prisionero a un halcón como tú, echándole encima esta cota de mallas de modo que lo aprisione totalmente.

—¿De cuántos anillos se compone cada cota de mallas?, pregunté yo.

— Si se pudiese saber cuántas gotas de agua tiene el mar de Omán, se podría decir cuántos anillos tiene cada cota de mallas.

— Pero, ¿hay algún medio por el que uno pueda desembarazarse de esta cota de mallas?.

— Por medio de la Espada India.

—¿Y cómo se puede coger esa Espada?.

— En nuestro país hay un verdugo. Tiene en su mano esta Espada. Hay una regla por la que, cuando una cota de mallas ya ha prestado los servicios que tenía que prestar durante un tiempo y expira su plazo, este verdugo la golpea con su Espada y el golpe es tal que todos los anillos se destrozan y se desparraman.

— Para el que lleva esta cota, ¿hay alguna diferencia en la manera de recibir el golpe?.

— Ciertamente que hay diferencias. Para unos el impacto es tal que, aunque hubiesen empleado un siglo en buscar la clase de sufrimiento más intolerable y fuese cual fuese el sufrimiento que hubiesen logrado imaginar, jamás llegarían a concebir la violencia del golpe que les hace sufrir esta Espada. Para otros, al contrario, el golpe es más llevadero.

— ¡Oh Sabio!, ¿qué debo hacer para que este sufrimiento se me haga más llevadero? .

— Encuentra el Manantial de la Vida. Tomando agua de ese Manantial, échatela a raudales sobre la cabeza, hasta que esta cota de mallas, en vez de aprisionarte estrechamente se vuelva un simple vestido que te roce con suavidad. Entonces serás invulnerable al golpe que te propine esa Espada. Esta Agua, en efecto, vuelve mullida la cota de mallas y cuando se queda totalmente mullida, el impacto de la Espada no hace ya sufrir.

— ¡Oh Sabio,¿ dónde se encuentra ese Manantial de la Vida?.

— En la Oscuridad. Si quieres viajar en busca de esta Fuente, cálzate las mismas sandalias que Jádir, el profeta, y avanza por la senda del abandono confiado hasta que llegues a la región de la Oscuridad.

—¿En qué dirección se va?.

— En cualquier dirección que vayas, si eres un verdadero Peregrino, alcanzarás la meta de tu viaje.

— ¿ Cuál es la señal de haber entrado en la región de la Oscuridad?.

— La Oscuridad de la que se toma conciencia. Pues tú mismo estás en la Oscuridad pero no tienes conciencia de ello. Cuando el que emprende este camino se ve a sí mismo como estando en la Oscuridad, es que ha entendido que estaba ya antes en la Noche y que la claridad del Día todavía no ha tocado sus ojos. Este es el primer paso de los verdaderos peregrinos. Sólo entonces, a partir de allí, puede uno elevarse. Si alguien, pues, alcanza esta estación, a partir de allí sí que es posible que avance. El buscador del Manantial de la Vida pasa en la Oscuridad por todo tipo de situaciones incomprensibles y angustiosas. Pero si es digno de encontrar esta Fuente, al final, tras la Oscuridad encontrará la Luz, pues esta Luz es un Resplandor que desciende desde lo alto del Cielo sobre el Manantial de la Vida.

Si llega al término del viaje y se baña en esta Fuente, se hará invulnerable al golpe de la Espada, como dicen estos versos:

Déjate matar por la espada del Amor
Para encontrar la Vida de la eternidad
Pues por la espada del ángel de la muerte
Nadie da señal de que se resucite.

El que se baña en esa Fuente, nunca jamás se manchará. El que ha hallado el sentido de la Verdadera Realidad, ese ha llegado a la Fuente. Cuando emerge de la Fuente, ha alcanzado la Aptitud que le hace similar al bálsamo del que destilas una gota en el hueco de tu mano, tendida al sol y la traspasa hasta el dorso. Si tú eres Jádir, también tú puedes pasar sin dificultad a través de la montaña de Qaf ".

...Cuando terminé de contar estas cosas a mi querido amigo que me lo había pedido, exclamó:

"Tú eres realmente eso, un halcón que fue cogido en la red y que ahora da caza a otros animales. Pues bien, atrápame a mí; no seré una mala presa colgada de la silla de montar del cazador".

 

Sí, soy yo el halcón que a cada instante
los cazadores del mundo necesitan,
Son mis presas
de negros ojos las gacelas.
Pues la Sabiduría parécese a las lágrimas
Que los párpados filtran.
En presencia mía, el literal sentido
De las palabras, vuela
Y el escondido
Se aprende a ir recogiendo
En esta escuela.

 

 Notas

Vida

Shihabuddín Yahia Sohravardi nació en Sohravard en el año de la hégira del 549 correspondiente al 1155 de la era cristiana. La ciudad de Sohravard se encontraba en la provincia de Jabal, la antigua Media, en el noroeste de Irán.

Siendo todavía joven fue a estudiar a Maragheh, en el Azerbayán con el jeque Machduddín Gili. Tras sus estudios en Maragheh, Sohravardi se fue a Ispahán donde Avicena había enseñando durante varios años y allí entró en contacto con la tradición aviceniana. Estudió a fondo una obra de Omar ibn Sahlán Sawachi, que a su vez había comentado un tratado místico de Avicena, la "Epístola del Pájaro" que Sohravardi traduciría después al persa.

En Ispahán escribió igualmente uno de sus primeros tratados en persa, "Bustan al-Qulub"El jardín de los Corazones — dedicado a un grupo de amigos. A continuación comenzó una vida itinerante, visitando comunidades de sufíes y dedicado a una vida de soledad y meditación que le haría progresar en los grados de la Vía espiritual. Residió un tiempo en Anatolia y de allí se dirigió a Alepo, en Siria. Alepo tenía entonces como gobernador a Al-Malik Az-Zahir, uno de los hijos de Salahuddín (Saladino) que se hizo amigo de nuestro jeque, como años más tarde de Muhiddín ibn Arabí.

En Alepo, fue condenado a muerte y ejecutado. Estudios recientes han demostrado que la ejecución de Sohravardi estuvo directamente relacionada con su compromiso social por el que intentaba poner en práctica su "Doctrina política ishraqí" que había enseñado a diversos hombres de Estado de su época. Se desconoce de qué modo se le dio muerte en la ciudadela de Alepo. La fecha de su tránsito, comúnmente admitida, es el 5 de rachab del 587 de la hégira, correspondiente al 29 de julio de 1191.

Tenía 36 años.

 

El Maestro de la Aurora

Sohravardi es conocido tradicionalmente en Irán como Shaij al Ishraq o el Maestro de la Aurora u Orto Solar. El adjetivo Ishraqí hace referencia a la aurora, a lo oriental, lo que posee el resplandor de la mañana. Los ishraqíes son los espirituales que profesan esta doctrina.

El término ishraqí tiene múltiples connotaciones. Los significados de "Oriente" y "Oriental" no son meras referencias geográficas o étnicas, sino que designan algo que no podemos encontrar en nuestros mapas físicos. Debemos pasar del sentido literal de esta palabra al espiritual. "Oriente" es la iluminación, el fenómeno y la visión de la luz, la manifestación o epifanía primordial del Ser, la percepción espiritual que se produce en las conciencias por el brillo de esta Luz, que les desvela el misterio de la transparencia del Ser, lo mismo que el astro "levante" revela la presencia de las cosas.

Al igual que "Ishraq" designa en el mundo sensible el resplandor de la mañana, el instante en el que el primer destello del astro se expande a través de la púrpura de la aurora, así mismo designa en el cielo espiritual del alma, el instante epifánico del Conocimiento de Sí.

 

El Ishraq

El Ishraq no se reduce a la noción general de una Iluminación que aporta al intelecto una Verdad inaccesible a los conceptos abstractos de la razón; es fundamentalmente un arrobamiento en la Fuente de toda Luz, de donde provienen todos los seres y todos los conocimientos auténticos. Esta fuente de todo ser y de todo pensamiento está más allá de la existencia, más allá de todas las esencias. Hacia ella, el hombre debe encaminarse con "toda su alma". Reconocer que el Ser no puede ser atrapado por las definiciones racionales, que no se puede definir por medio del concepto, no implica, sin embargo, que no pueda ser conocido de otro modo. Hay un conocimiento superior al de la razón, separado de toda definición y de todo razonamiento.

Y aquí es donde entra el símbolo de la Luz y de la Iluminación.

En el plano físico, ¿qué hay más universalmente presente que la Luz? Y ¿qué más indefinido, no sujeto a límites, que ella, pues es toda claridad y resplandor, sin ninguna sombra interior que le imponga contornos perceptibles?. De la misma manera, el Ser se asemeja a una Luz espiritual, Luz de Luz , de donde emanan por irradiación las "anuar al-qahira", las "Luces Victoriosas" o "arcángélicas". Por medio de esta epifanía, toda la jerarquía de las anuar al-qahira, de grado en grado, ilumina la presencia de cada grado inferior. El conocimiento auténtico (´irfan) hace presente su objeto al iluminarlo. Se trata de una Iluminación Presencial ( Ishraq Hudurí ) que se distingue netamente de la ciencia por representación del objeto. La Iluminación es un saber inmediato, unitivo y vivido, un conocimiento de " toda el alma " y no sólo de la sola y mera razón.

Es el Espíritu (Ruh), el Ángel Gabriel, el que disipa las antinomias de la razón. Así, el conocimiento racional no es un grado previo al conocimiento iluminativo o ishraqí, aunque pueda ayudar a comprender que las contradicciones irresolubles que encierra en su método están condenadas a ser replanteadas una y otra vez, indefinidamente, sin llegar jamás a una solución, encerradas en un círculo infernal. El ser humano no podría salir por sí mismo de ese círculo sin una revelación, sin el concurso del Ángel, pues "El Espíritu proviene de la orden de mi Señor".

Tal parece ser la intuición fundamental del Ishraq. Sin embargo, nada de lo dicho deja de ser más que una exposición discursiva que no adquiere valor real alguno si no es asumida por una visón unitaria superior que le de "coherencia".

Sólo sucede eso cuando la razón, el ´aql, es subsumida por el Espíritu (Ruh) y recibe la Sakina, la Presencia directa, en el umbral del Ser que todo transciende.

Recibir la Sakina, la presencia de Allah o la Realidad en nosotros, es ver el mundo transparente, ver en cada aspecto de lo fenomenal el Rostro de lo Esencial, ver que "en esta tierra, toda cosa está perecida (fani), salvo el Rostro de tu Señor".

Y perecer, proviene del latín "perire", es decir, "ir a través de, pasar a través de". De ahí que el musulmán es aquel que se somete a esa Realidad contra el imperio del dunia y peregrina (perece) desde este mundo al otro (ajira).

Es ese el camino directo (sirat al-mustaqim) que conduce de la pluralidad a la Unidad y a la Unidad en la Pluralidad. Más allá nos está vedado avanzar.

En ese viaje, la razón discriminativa que nos condujo hasta la individualización, hasta las cosas, abandona progresivamente los esquemas de este mundo y adquiere una visión que supera las dimensiones impuestas por los sentidos y sus categorías conceptuales. Las cosas dejan de existir sin que por eso se pueda decir que no exista nada.

Quizá una anécdota nos haga "entender" toda la ciencia de Sohravardi de una manera más sencilla:

"Cuentan que un día un maestro sufí caminaba seguido de su discípulo por un espeso bosque, cuando de repente les pasó volando una bandada de ruidosos gansos salvajes. El maestro, sin levantar la cabeza ni dejar de mirar al frente, le preguntó a su discípulo: - ¿Qué ha sido eso?.

El discípulo le contestó diligentemente: - Una bandada de gansos, que ha pasado.

De un salto, el maestro se volvió hacia el discípulo y sin darle tiempo a reaccionar, le agarró fuertemente la nariz y al tiempo que se la retorcía, le reprochaba, gritando :

- ¡¿Han pasado?!. ¡¿Han pasado?! ... ¡Siempre han estado allí!.

En ese momento, incapaz de pensar racionalmente por el dolor que le producía su retorcida nariz, un dulce y amoroso llanto brotó de lo más hondo de su ser y un sudor cálido le empapó la espalda y "entendió" con "toda su alma" lo que hasta entonces solamente había creído por conceptos racionales".

En ese fugaz destello (kashf) experimentó la presencia del Ángel.

Supo así que las categorías de tiempo y espacio, de mío y tuyo, de objeto y sujeto, de vida y muerte pertenecen al dunia, al oscuro bosque de este mundo y que pierden su significado cuando el alma se ilumina por la Luz del Espíritu, cuando la mente prisionera de este mundo se libera de sus ataduras y se recuerda de su naturaleza angélica.

Recordar en castellano medieval significaba "despertar". Es decir, volver de nuevo al "corde", al "corazón", a tu Señor, fuente de tu Ser. Eso es el dikr.

El destello espiritual o kashf es un mensajero (malak) del Abismo Luminoso que todo lo envuelve, todo lo abarca, todo lo mantiene, todo lo rodea con su Rahma.

Y el encuentro con ese mensajero, con ese rayo de la Luz, nos deslumbra a este mundo fenomenal y nos muestra Realidades (haqa`iq) inefables. Realidades que nos rodean sin que, en nuestra inconsciencia (gafla), nos demos cuenta. Realidades que nos hablan sin que sepamos escucharlas, atentos como estamos a la palabrería vana (lagiya) de nuestra mente. Sólo cuando esa mente se vuelve muda o enmudece por la intensidad del encuentro, comenzamos a percibir las voces del Otro Mundo, (ajira) los cantos de los pájaros del Jardín de la Dicha.

Sólo entonces entendemos que Él está más cerca de nosotros que nuestra vena yugular, que Él no es invisible, que es transparente.
Que siempre ha estado allí.

¡Bendito sea el Señor de los Mundos!.

 

El Arcángel Purpurado

Henri Corbin traduce el título persa Aql-e sorj como El Arcángel Purpurado.

La palabra árabe ´Aql (plural ´uqul) es el término tradicional para designar a las Inteligencias Querubínicas, los Ángeles Intelectuales de la tradición aviceniana. La última de ellas es Gabriel, el Espíritu Santo, el Ángel del Conocimiento y de la Revelación.

Sorj quiere decir, en persa, ‘rojo’. Haber traducido el título como La Inteligencia Roja, hubiera provocado más de un malentendido al lector.
Por otra parte, para explicar su color, el Ángel evoca a su discípulo el color púrpura del crepúsculo y como los ´uqul son las Inteligencias igualmente designadas como Arcángeles, la expresión El Arcángel Purpurado traduce muy bien el significado buscado por el autor.

De la explicación dada por el Ángel resulta que este color púrpura viene causado por la mezcla de luz y oscuridad, de blanco y de negro. La explicación puede resultar sorprendente para nuestra física, pero no es el efecto óptico el que se trata de estudiar aquí. El color tiene esencialmente un significado suprasensible y una función simbólica. Cuanto más cerca se está de la fuente del ser, más se tiende hacia el blanco y al contrario, cuanto más cerca se está del mundo de la existencia, de la génesis, más se tiende hacia el negro.

 

El Prólogo o de la Preexistencia del alma

La pregunta hecha al autor del relato por un amigo da pie para entrar en materia. El tema de la apertura es la preexistencia del alma. El alma es representada aquí por el pájaro, habitante alado del mundo celeste. De aquí que el primer motivo evocado sea el del "lenguaje de los pájaros" (Mantiq at-tayr). De este lenguaje se hace mención en el Qur´an porque Suleimán, como profeta, había recibido el privilegio de entenderlo.

"Suleimán heredó a Da´ud y dijo: ‘¡Oh vosotros los seres humanos! Se nos ha enseñado el lenguaje de los pájaros y hemos sido colmados de todo bien. Ciertamente esto es una gracia manifiesta!’."
(Sura de las Hormigas, 16).

Comprender el lenguaje de los pájaros es comprender el lenguaje de todos los seres creados, tal como se expresan desde su Ser mismo. Como toda cosa está viva y habla, porque toda cosa alaba a su Señor, cada cosa es expresión de Su Secreto. Comprender este Secreto es poseer la clave de los símbolos. Este precioso don se relaciona con el estado del alma preexistente a su descenso en este mundo (dunia).

El tema de la preexistencia del alma evoca el de la "bajada" del alma al estado de cautividad, atrapada en la red de la predestinación tendida por los cazadores Decreto y Destino. El alma es aprisionada por las ataduras del mundo físico y desciende al mundo de la realidad sensible (hiss) que le oculta como un velo transparente el mundo transcendente (ma´na) de donde proviene.

Sin embargo, el alma adquiere progresivamente una visión penetrante (sadiqa) que le desvela su estado de limitación y ataduras que le impiden ser libre. Una vez que es consciente de esta situación y desea elevarse por encima de ese estado, emprende la huida al desierto (badú), lugar simbólico donde el reino de la multiplicidad y de la exuberancia deja paso a la sencillez primaria de las formas y a la desnudez del paisaje, mundo intermedio (barzaj) donde lo espiritual se materializa y lo material se espiritualiza, lugar donde tiene lugar el encuentro con el Ángel.

"E hizo subir a sus padres al trono y [sus hermanos] se arrojaron al suelo prosternándose y dijo: ‘¡Oh padre mío! Esta es la explicación (ta´wil) de mi visión (ru´ya) de entonces. La ha hecho realidad mi Señor y me ha procurado el bien cuando me sacó de la prisión y os trajo del desierto (badú) después que el Shaitán suscitó la discordia entre mis hermanos y yo. Mi Señor es benevolente hacia quien quiere; ciertamente Él es el Conocedor, el Sabio". (Sura de Yusuf, 100).

La palabra desierto "badú" pertenece a la misma raíz que el verbo badà, que significa "aparecer, elevarse, revelarse ".
Es significativo que este verbo se emplee en la aleya que narra la aparición de la dimensión corporal (saw´at) en Adán y Eva:

"Y les hizo caer con seducción y en el momento en que gustaron del árbol, apareció (badà) para ellos su corporeidad (saw´at) y comenzaron a cubrirse con hojas del Jardín". ( Sura de Al A´raf, 22 ).

La palabra "saw´at" ,que habitualmente se traduce en este pasaje como "desnudez" tiene el significado de "cuerpo/cadáver" y la raíz de donde proviene (sa´a) hace referencia a "daño, dolor, tristeza, pesado, malo, pecado, ensombrecido, duro". Se asimila así en este contexto lo corpóreo con lo pesado, lo ensombrecido y lo sensible, en su aspecto de "dolorido sentir".

Es en el desierto, pues, es decir, en el umbral de la conciencia más íntima, en la transconciencia, donde, lejos del tumulto de las percepciones del mundo del dunia, tiene lugar el encuentro con el Ángel.

El Ángel se nos aparece bajo la figura de un muchacho o un niño al que la oscuridad del Pozo o Gruta cósmica le da un aspecto de color púrpura, aunque en realidad sea totalmente blanco y luminoso.

"Llegaron unos viajeros y mandaron al que les sacaba agua. Echó este su pozal y, ¡albricias!, he aquí que había un muchacho (gulam) ...".
(Sura de Yusuf, 19).

Este Niño o Muchacho simboliza el Ser que yace oculto en el corazón de todo hombre, su dimensión transcendente, angélica. Es el Yo celeste, la Esposa, el Gemelo que nos aguarda, la Pareja o Biunidad de la que se dice:

"Anuncia la buena noticia a los que creen y hacen el bien; en verdad hay para ellos Jardines bajo los cuales discurren los ríos. Cada vez que se sustentan de sus frutos dicen: "Esto es de lo que nos sustentábamos antes" – pues les fueron dados similares – y hay para ellos parejas (azuach) puras y ellos son allí inmortales" (Sura de la Vaca, 25).

El color púrpura alude al mundo intermedio, a esas cimas coloradas, entre el blanco y el negro, al mundo que se eleva gradualmente de la materialidad, desde la sombra (negro) hacia la Fuente de la Luz (blanco).

"¿No ves que Allah hace descender del cielo agua de la que hacemos salir frutos de mezclados colores y de las montañas vetas blancas, rojas de colores mixtos y profundamente negras (garabib sud)?.
(Sura del Creador, 27).

De las montañas de Oriente a las profundidades de Occidente: blanco, rojo, negro. La referencia al negro profundo como "garabib sud" es significativa. Garabib es un plural de girbib, palabra de la misma raíz que garbí (occidental), gurúb (ocaso), magrib (occidente, lugar por donde se pone el sol).
Se relaciona así el mundo material con el occidente y el ocaso, desde donde el alma exilada (garíb) debe regresar ascendiendo gradualmente al Oriente de su Ser, a través de esas montañas que, como peldaños, le acercan al Mundo Celestial, mundo de Luz (Nur) que es la meta de su peregrinar.
Más allá de esa Luz, le está vedado avanzar. Allah es Luz sobre Luz y nadie Le conoce excepto Él mismo.

La primera criatura que Allah crea es esa luz celestial que, al igual que la luz física, se despliega en una gama innumerable de colores, desde el blanco al rojo, el infrarrojo y el negro pasando por otros colores. Y esa Luz comprende en su seno todas las criaturas, que van adquiriendo formas distintas a medida que la Luz se va concretando y solidificando en su expansión. La materia densa no es otra cosa que Luz solidificada.

En lo que respecta al hombre, esa Luz puede ser llamada también Hombre Primero, Hombre Perfecto u Hombre Celeste, Imán, Yo Celeste, Rostro de Dios, Señor, Arcángel, Espíritu de Santidad, etc., en cuanto que de esa realidad emanan, como los rayos del sol emanan del astro, los individuos, cada uno desde su correlativa esencia (´ayn) o haqiqa y descienden a este bajo mundo (dunia) desde donde emprenden el retorno hacia Sí mismos, hacia su Señor.

Es para este camino vertical o recto (as-sirat al-mustaqim) que el hombre de este mundo debe recorrer, que se pide una guía. Y esta/este guía (Hudà) es un rayo de esa Luz que ilumina el camino y que indica la ruta.
El destello de esa Luz puede provenir de cualquier cosa, de ahí que se diga que el Ángel puede adoptar distintas formas, revestir distintos aspectos.
Cuando se entiende esto, todo el universo se convierte en un Dikr, en un Qur´an.

¡Bendito sea el Señor de los Mundos!.

 

El Encuentro con el Ángel

Podemos definir el encuentro con el Ángel como la Revelación del Yo celeste por la que cada hombre tiene la experiencia de su sobreexistencia humana.

En la Sira del profeta, Dios le bendiga y le dé la Paz, se habla de las "visiones verídicas" que el Profeta experimentaba durante el sueño y de las que decía que "eran como el despuntar de la aurora " (Al Bujari, I, 3).

Una noche, hacia finales de Ramadán, le vino al encuentro el Ángel en forma de hombre y le dijo: "¡Recita!". Y él contestó: "¡No soy un recitador!". Después de esto, según el mismo Profeta contó: "El Ángel me agarró y me oprimió en su abrazo y de nuevo, cuando había llegado al límite de mi resistencia, me soltó y me dijo: "¡Recita!" y yo volví a decir: "No soy un recitador". Entonces, por tercera vez me oprimió como antes, luego me soltó y me dijo:

¡Recita en el nombre de Tu Señor, el que ha creado!
Ha creado al hombre de un coágulo.
¡Recita!. Y tu señor es el más Generoso,
El que ha enseñando con el Cálamo,
ha enseñado al hombre lo que no sabía". ( Sura del Coágulo 1-5 ).

"Fue — añade el Profeta — como si estas palabras hubieran sido escritas en mi corazón". (Ibn Ishaq, 153).

Cuando abandonó la cueva, escuchó una voz que le decía desde arriba: "¡Oh Muhammad!, ¡tú eres el Mensajero de Dios y yo soy Gabriel!". Levantó los ojos hacia el cielo y allí estaba su visitante, todavía reconocible, pero ahora claramente como un Ángel, llenando todo el horizonte y de nuevo le dijo "¡Oh Muhammad, tú eres el Mensajero de Dios y yo soy Gabriel". El Profeta permaneció observando al Ángel; luego se apartó de él, pero donde quiera que mirase, ya fuese hacia el norte o hacia el sur, hacia el este o hacia el oeste, el Ángel estaba siempre allí, a horcajadas sobre el horizonte. Finalmente el Ángel se volvió y el Profeta descendió la ladera y regresó a su casa.

Al preguntarle como le venía la Revelación, el Profeta, Dios le bendiga y le dé la Paz, mencionó dos formas: "Algunas veces me viene como el retumbar de una campana, y esa es la más dura para mí; cuando me he enterado de su mensaje disminuye el estruendo. Y a veces, el Ángel toma la forma de hombre y me habla y yo soy consciente de lo que me dice". (Al Bujari, 3).

Cuando le preguntaron al Profeta, Dios le bendiga y le dé la Paz, por el Cálamo, respondió: "La primera cosa que Dios creó fue el Cálamo. Creó la Tabla (Lauh) y le dijo al Cálamo: "¡Escribe!". Y el Cálamo respondió: "¿Qué escribo? ". Dios dijo: "Escribe Mi conocimiento y Mi creación hasta el Día de la Resurrección"". (Al Tirmidi, 44).

Según el relato que nos ocupa, el misterioso personaje que le sale al encuentro al alma, bajo un aspecto juvenil, es, según él mismo dice, el "primogénito de las criaturas del Creador". El texto no deja ninguna duda: es el Ángel Gabriel o Espíritu Santo, el Cálamo, que es para el hombre el hermeneuta de los mundos superiores, los cuales, estando más allá de los límites de este, no le ofrecerían, sin mediación del Ángel, más que un eterno silencio.

Aquí se separan las concepciones sobre la Ciencia que han adoptado Occidente y Oriente, y no me refiero sólo a lo que hoy en día se entiende con estos términos, sino sobre todo, al significado que el Islam ishraqí le da a estos conceptos.

Para Occidente, cuyo mejor portavoz en esta cuestión es seguramente Kant, la razón tiene unos límites que esta no puede atravesar. Dado que el saber científico es aquel que obedece sólo al criterio de la razón, las cuestiones metafísicas (Dios, Alma, Sentido del Mundo) no son objeto de ciencia, sino que se dejan al ámbito de la creencia, de la fe. Se culmina así la división entre Ciencia, por una parte y Fe, por otra.

Para los orientales, sin embargo, este saber "no racional", no por ello deja de ser científico, con lo que no hay fractura entre ciencia y fe, aspectos de un Saber o Conocimiento que engloba ambas realidades. Se trata más bien de grados de Conocimiento. Pues, ¿con qué autoridad legítima se pretende poner límites al conocimiento?. Como dice Wittgenstein en el Prólogo de su Tractatus:

"Para trazar un límite al pensamiento tendríamos que ser capaces de pensar ambos lados de ese límite y por consiguiente, tendríamos que ser capaces de pensar lo que no se puede pensar...".

En árabe, la misma palabra (´aql) que sirve para designar al Arcángel significa también "razón". El musulmán es el hombre "dotado de razón/Arcángel".

Un examen crítico de la racionalidad occidental nos demostraría hasta que punto, lo que los occidentales llaman racionalidad científica, es meramente un método o una estrategia para optimizar la conducta, una elección de los medios para alcanzar mejor los fines. Pero ¿quién nos dicta los fines?. Como dice Hume (Tratado de la naturaleza humana, II, III sec. 3ª ):

"Si una pasión no está fundada en falsos supuestos ni elige medios insuficientes para cumplir su fin, el entendimiento (la razón) no puede ni justificarla ni condenarla. No es contrario a la razón, el preferir la destrucción del mundo entero a sufrir un rasguño en mi dedo...".

La elección de los fines no es pues cometido de esta razón "occidental". Este asunto queda reservado, en última instancia, a la pasión. Es pues en la naturaleza del deseo donde se halla la clave de la comprensión de racionalización humana. Comprensión que hace que el Islam considere a la razón como un aspecto más de la manifestación de la Pasión Divina o Rahma y a la pasión como movimiento eterno de deseo de Dios desde Dios y por Dios. Ahí radica el secreto del camino espiritual, camino siempre de retorno, en que, como dice Ibn Arabi, "la medida de tu conocimiento es la medida de tu amor".

No tenemos más que echar un vistazo al camino seguido por el occidente espiritual, para entender, al decir de Max Weber, que la racionalización de la sociedad moderna sólo parece referirse a los medios a utilizar, no a los fines; estos se consideran indiferentes en sí mismos y su elección no es racional, sino producto de elecciones irracionales. La racionalidad de la sociedad moderna parece ser únicamente la de la razón instrumental, de tal manera que a una sociedad altamente racionalizada en el nivel de la tecnología y la organización, corresponde una profunda irracionalidad en cuanto al modelo de sociedad y de hombre que se quiere realizar. Irracionalidad no significa otra cosa que olvido de la dimensión angélica.

Sin el Ángel, el hombre unidimensional no vive realmente sino que es vivido por sus deseos, deseos que, si no están iluminados, guiados por el Ángel, desorientan y extravían.

El pecado es des-orientación. Y en la desorientación, el mundo se vuelve absurdo, falto de sentido. La existencia se antoja incomprensible.

Ese vivir desangelado es lo que el Gabriel García Márquez definió como "la desdicha de ser feliz sin Amor". La enfermedad del hombre moderno. El nihilismo. La nausea. El aburrimiento que no cesa. La pasión que no sacia. La extravagancia. O César o nada. La escapada al Caribe y al estadio de fútbol. El cine como fuga. La literatura que nos cure. Las muchas drogas, nuestro dulce veneno. El ansia de estar juntos, en manada, saberse protegidos. Los rituales gloriosos, la fuerza que tenemos. Los adelantos, la ciencia que promete. El arte como grito. Telecomunicaciones. Este hablar perpetuo, por sabernos aún vivos. La sinrazón como estética. El Poder. La cotidianeidad como consuelo. La despectiva distancia, el usted y el vuecencia. La locura.
El matar al hermano. El dejar de ser hombres.
El eterno silencio.

 

 El Viaje hacia Sí Mismo

"Dijo uno de ellos: No matéis a Yusuf, sino arrojadlo a las profundidades (gayabat) del pozo. Algunos viajeros lo encontrarán, si obráis así".
(Sura de Yusuf, 10).

El propósito de todo relato de iniciación es enseñar a recorrer las etapas del viaje que conducirá al exilado, al extranjero, a ascender a la montaña cósmica y salir de este "mundo", de regreso a la patria perdida, al paraíso primordial de donde proviene. Es ese viaje desde el Egipto de tu alma, al oeste del Jardín, hasta la tierra de la promesa, pasando por el Sinaí místico, el desierto donde tiene lugar el encuentro transfigurador.


La montaña de Qaf

" Y (hemos hecho nacer) un árbol que sale del Monte Sinaí que produce un bálsamo y un condimento para los que se alimentan ". (Sura de los Creyentes, 20).

Este bálsamo, como veremos más adelante, es la esencia que posibilita al caminante transcender el dunia y acceder a otros mundos.

El Monte es llamado en el relato, la montaña de Qaf. Como montaña cósmica, esta montaña es descrita aquí como compuesta de once montes. Estos montes, de cumbre en cumbre, de valle en valle, tipifican las nueve esferas celestes, desde el cielo de la luna hasta la esfera de las esferas, más las esferas de los Elementos, región fría de la esfera del agua y región caliente de la esfera del fuego. Las esferas u órbitas celestes vienen a simbolizar los mundos dimensionales, sometidos a las delimitaciones de tiempo y espacio, a las categorías que configuran nuestra existencia terrena. El ciclo de los astros que nos somete a los ritmos del tiempo, de la generación y de la muerte. El movimiento y el cambio. La gravedad y la materia.

Lo más difícil es, en primer lugar, salir de los dos primeros montes, que simbolizan la condición terrestre del hombre, sujeto a los elementos, al cuerpo físico compuesto de estos elementos y al modo de percepción que esta condición impone. El Ángel procede por alusiones e insinuaciones: "Aunque vayas lejos, regresarás de nuevo al punto de partida". Es porque el lugar de retorno (ma´ad) del hombre espiritual es a la vez el lugar de su origen (mabda`).

"Ciertamente El que te impuso el Qur´an te devolverá al Lugar de Retorno (ma´ad) . Di, mi Señor conoce perfectamente quién ha venido con la Guía (Hudà) y quién está en un extravío evidente". ( Sura del Relato, 85).

No es solamente salir de sí mismo para llegar simplemente a sí mismo. Entre tanto, un gran acontecimiento habrá cambiado todas las cosas; el encuentro con el Yo que nos espera allá arriba, en la cima de la montaña de Qaf, el Yo superior, el Yo en segunda persona.

Para atravesar estas montañas hace falta alcanzar la Aptitud que, al igual que la gota de bálsamo, atraviesa la mano calentada por el sol. Lo mismo que el que se ha bañado en la Fuente de la Vida y se transforma en Jádir.

Los relatos sobre el Jádir provienen en primer lugar del Qur´an (Sura de la Caverna, 59 – 81 ).
En estas aleyas se narra el viaje de Musa acompañado de un joven servidor.

"Y cuando dijo Musa a su joven servidor: "No cesaré hasta alcanzar la confluencia de los dos mares, aunque tenga que marchar durante siglos". (60)

Cuando llegan a ese lugar, se dan cuenta que se han olvidado, por obra de Shaitán, del pescado que llevaban como comida. El pez se escurrió de manos del servidor y volvió al mar.

" Dijo: ‘¿has visto cuando nos refugiamos en la roca?; pues me olvidé del pescado y no fue otro más que Shaitán el que me lo hizo olvidar, de modo que no pudiera acordarme de él. Ha emprendido a nadar en el mar, ¡oh maravilla!’.
Dijo [Musa]: ‘He aquí lo que buscamos’. Y volvieron atentamente sobre sus pasos ". ( 63—64)

Y al regresar,

"Encontraron uno de Nuestros servidores a quien habíamos dado una Misericordia (Rahma) de nuestra parte y a quien habíamos enseñando una Ciencia proveniente de Nos" (65).

Musa pide que le enseñe la vía recta (Rushd) y el servidor de Dios le replica que no cree que pueda tener paciencia para entender sus actos y que si quiere permanecer junto a Él, no debe pedir explicaciones.

Se ponen en camino y el servidor de Dios va cometiendo una serie de acciones, reprensibles en apariencia, que le hacen perder la paciencia a Musa y le empujan constantemente a pedir explicaciones.
Finalmente el servidor de Dios le da las explicaciones correctas.
La mayoría de los comentaristas llama a este servidor de Dios, el Jádir.

Un relato conocido por varias fuentes narra que un día Musa daba un discurso a los hijos de Israel y se le preguntó si había algún hombre más sabio que él.
Musa respondió que no, pero entonces Allah le mostró que Su servidor el Jádir era más sabio que él. Entonces Musa decidió ponerse en camino para encontrarlo.

El pescado (salado) que llevan como alimento sirve para indicarles el camino.
En el lugar en donde reencuentra la vida en contacto con el agua, se encuentra la Fuente de la Vida donde habita el Jádir.

También la roca sirve como señal para encontrar la fuente, pues según Al-Tabari y Al-Bujari, ésta mana de debajo de dicha roca. Y la roca se encuentra delante del río del aceite, río verde, pues el aceite, según numerosos testimonios, tiene su lugar en el paraíso.

Otra lectura propone no "río del aceite" sino "río del lobo". Ambas lecturas están gráficamente muy próximas en la escritura árabe. En una exégesis exotérica, el río del lobo podría referirse al río Loukkos (lobo, en griego) de Marruecos, cerca de Tánger. Junto a la desembocadura de ese río se encuentra la unión de los dos mares, el Atlántico y el Mediterráneo, así como la Roca de Gibraltar y la Isla Verde (Al-yazirat al-jadra, Algeciras ), donde según la tradición habita el Jádir . Esta interpretación reflejaría la cartografía antigua, según la cual, el extremo occidental del mundo estaba situado en las columnas de Hércules.

Si el adepto no comprende las alusiones espirituales del relato, no irá en efecto más allá de la tercera montaña. Y aunque intente buscar "puertas" mágicas en Gibraltar o en Granada, o en otro "lugar", no será capaz de salir de la cripta cósmica que lo envuelve. Si lo entiende, atravesará todas las puertas hasta llegar a la Fuente de la Vida y semejante a la gota de bálsamo, pasará de las apariencias exteriores al mundo de las realidades interiores y espirituales que envuelven estas apariencias, como la almendra está escondida dentro de la cáscara. Pero paradójicamente, encontrarse en el mundo interior, es encontrarse " fuera", en la superficie convexa de la novena esfera, es decir, en la cumbre de la montaña de Qaf y por eso mismo, fuera de todos los sistemas montañosos. Es salir del espacio de las dimensiones sensibles por la "cuarta dimensión", sin que haya que horadar un túnel como creía ingenuamente el postulante de nuestro relato.

 

La Joya que ilumina la noche

La segunda maravilla que nos ofrece el segundo tema de iniciación es la Joya que ilumina la noche, metáfora de la luna, aunque, como ya sabemos, no se trata de entender esta metáfora en términos de astronomía.

En la "Epístola de las Hormigas" (cap. 9) de Sohravardi, se nos narra una respuesta que da la Luna al profeta Idris, informándole por qué su luz es unas veces creciente y otras menguante:

"Sábete que mi cuerpo es oscuro, pero liso y puro. Por mí misma no tengo ninguna Luz, pero cuando estoy frente al sol y en la misma medida de esta oposición, una imagen de su luz cae en el espejo que es mi cuerpo, del mismo modo que las formas de los cuerpos aparecen en los espejos (...) hasta el punto que cuando miro en mí misma en el momento del encuentro, es al sol al que veo. Con cada mirada que dirijo a mí misma, es al sol al que veo. ¿No ves que si se pone un espejo frente al sol, aparece en él la forma del sol?.
Si por decreto divino, el espejo tuviese ojos y se mirase a sí mismo en el momento en que está frente al sol, constataría que todo en él es sol, aunque él mismo esté hecho de metal. Diría "yo soy el sol" porque no vería en él otra cosa que el sol ".

La luna tipifica la figura del místico orbitando en el cielo del Tawhid. Las fases de la luna simbolizan las fases y las repeticiones del cara a cara que lleva al ser interior del místico al estado de incandescencia. En ese momento, la Luz que lo inviste totalmente se convierte en él en el Sujeto activo. La absorción (fanà) en esta Luz, no significa la aniquilación del ser y de la persona del místico, sino una metamorfosis de la consciencia, la transfiguración del Yo ilusorio en el Yo real, sujeto de los pensamientos y de los actos.
Cuanto más domina el Yo real más se oculta y se borra el Yo inferior de la conciencia humana. Y al contrario. Esta es la enseñanza del Ángel, ilustrada por las fases de la aparición de la luna, por la observación de la pequeña esfera flotando en la superficie de la taza, en la proximidad del árbol Tuba.

Este árbol, cuya luz abarca a la luna, es el sol espiritual. Sohravardi, como buen musulmán, profesa que no hay ni puede haber comunidad de especie entre Dios el Altísimo y todo lo que es criatura, en cualquier grado que sea.
¿Significa esto, como afirman los teólogos del Kalam, que es imposible toda relación directa entre la Esencia divina y la naturaleza humana, dado que esto supondría, ya sea la idea maniquea de "mezcla", ya la idea cristiana de "encarnación"?. Sería olvidar, lisa y llanamente, como lo ha hecho occidente, la existencia del "Rostro de Dios", ese Sol, ese Hombre Perfecto, ese Ángel que es la forma epifánica y lugar de manifestación de la divinidad (mazhar) que puede investir al fiel de la Luz manifestada en él, sin que el ser de esa criatura se volatilice. Esta capacidad de ser "amado de Dios" (wali) es lo que hace del Islam un camino iniciático de conocimiento-amor que atrae a las almas sedientas de peregrinar en busca de Sí mismas.

 

" He aquí un Signo para ellos.
La noche de la que despellejamos el día
pues ellos están en la oscuridad.
El sol que camina a su lugar de reposo.
Tal es el orden del Inexpugnable, el Conocedor.
Y la luna a la que hemos fijado sus fases
hasta que se vuelva como seca rama de palmera .
El sol no tiene que alcanzar a la luna
ni la luna adelantarse al día.
Cada uno navega en su propia órbita"
(Sura de Ya. Sin., 37-40)

 

 El árbol Tuba y el pájaro Simorgh.

La tercera maravilla concierne aquí al árbol Tuba y al misterioso pájaro Simorgh. La mención de Simorgh motiva a su vez una larga digresión referente a dos héroes de la epopeya iraní, Zal y Esfanyar, que no vamos a tratar aquí.

El sitio del árbol Tuba se localiza entre los montes que forman la montaña de Qaf y homológicamente, en el centro, en la cima del Malakut o mundo intermedio, el mundo del Alma o Paraíso. El símbolo aparece en todas las tradiciones místicas. Un rayo de este árbol de luz se proyecta en cada naturaleza o sustancia de cada habitante del paraíso, de cada fiel musulmán. Una tradición islámica dice que las ramas de este árbol Tuba de desparraman desde la región más alta del paraíso. Quiere decir esto que todo lo que los habitantes del paraíso desean, fructifica al instante de las ramas de este árbol, pues para ellos, el deseo y la potencia efectiva son simultáneos. Esta simultaneidad es la norma del mundo imaginal o mundo del Malakut, mundo en el que lo espiritual toma cuerpo y lo corpóreo se espiritualiza.

Aparece aquí también el pájaro Simorgh, que tiene su nido en la copa del árbol Tuba. El nombre de este pájaro aparece ya mencionado en el Avesta. Es este nombre persa el que permite a ´Attar el genial juego de palabras por el que desarrolla la gran epopeya titulada "Mantiq at-tayr" o El Lenguaje de los Pájaros. El nombre Simorgh puede ser leído en persa como Si Morgh (treinta pájaros), de modo que bajo este nombre se cifra el doble secreto de la identidad en la diferencia y de la diferencia en la identidad entre el eterno Simorgh y los treinta pájaros, los únicos llegados, de entre miles, al término de su larga y difícil búsqueda.
Sólo el ignorante puede afirmar que no existe más que un solo Simorgh. Al contrario, continuamente un Simorgh desciende del árbol Tuba sobre la tierra, mientras que desaparece el que estaba antes. Sin este ir y venir, nada de lo que hay en este mundo terreno subsistiría, pues nada de lo que subsiste en el mundo del fenómeno podría existir sin el influjo o descenso del mundo espiritual.

Simorgh es, en el ser humano, la "luna" mística cuyo "cara a cara" con el sol abarca al ser humano como un espejo. Él es el Yo celeste y el Ángel protector, el rostro imperecedero de este ser; corresponde a la Naturaleza Perfecta que es a la vez padre e hijo del místico, porque nutre a sí mismo y se nutre de sí mismo.
Es de esa propia naturaleza progenitora de la que proviene el alma y a la que el hombre ha de volver "emancipado", individualizado, mediante el amor. Porque no es otra la idea de un Sí Mismo único e individualizado que se muestra al místico como signo en su peregrinar hacia el Tawhid.
Se entiende así, por ejemplo, lo que nos narra Ibn Arabi acerca de Nunna Fátima, maestra espiritual de nuestro maestro, cuando nos narra: "A menudo me decía : "¡Yo soy tu madre divina y la luz de tu madre terrestre!". Cuando vino a visitarla mi madre, ella le dijo: "¡Oh luz!. ¡Este es mi hijo y él es tu padre!. ¡Trátale con piedad y no lo aborrezcas!".(Futuhat, II, 459).

"Y hemos encomendado al ser humano hacer el bien (ihsan) a sus progenitores.
Su madre lo ha llevado con penalidades y lo ha nutrido con penalidades.
Y entre su gestación y su destete hay treinta meses hasta que, cuando ha alcanzado la madurez a los cuarenta años, dice: "¡Mi Señor!. Permíteme que agradezca Tu gracia con la que has me has agraciado a mí y a mis progenitores y que obre el bien que te complace y hazme próspero en mi descendencia, pues que me he vuelto hacia Ti y soy de los que se someten
(muslimin)" (Sura de Al Ahqaf, 15).

Estos treinta meses o lunas se corresponden a las treinta noches o períodos que el alma atraviesa hasta alcanzar la madurez espiritual, simbolizada en los cuarenta años o cuarenta períodos.

"Y hemos prometido a Musa treinta noches y las hemos completado con otras diez, así que el tiempo del encuentro (miqat) de tu Señor completa cuarenta noches (...). Y cuando Musa vino a Nuestro encuentro (miqat) y le dirigió la palabra su Señor dijo: "¡Señor mío! ¡Muéstrate para que te vea!". Le dijo el Señor:
"No me verás, sino mira al Monte, si sigue fijo en su sitio, me verás". Y cuando su Señor se manifestó (tayallà) al monte, lo pulverizó y Musa se derrumbó fulminado (...)".
( Sura de Al A´raf, 142-143).

Muhammad, sobre él la bendición y la Paz, tiene cuarenta años cuando recibe la visita del Ángel en la caverna. El profeta Isa (Jesús), Dios esté complacido de él, a la edad de treinta años, se encuentra con el Espíritu en el Jordán. Una vez purificado por el bautismo y estando en oración,

"se abrió el cielo y descendió sobre él el Espíritu Santo en forma corporal (somatikô eídei) como una paloma, y se oyó una voz del cielo: "Tú eres mi hijo amado, en ti me he complacido". Y este mismo Jesús tenía al empezar como treinta años..." (Lucas, 3, 21-23).

Y se añade :

"Y al punto el Espíritu lo expulsó al desierto. Y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo puesto a prueba por Satanás. Estaba con las fieras y los ángeles le servían". ( Marcos, 1,12).

Ese descubrimiento del padre o de los padres espirituales que sustentan esta realidad perecedera, este Yo atrapado en el espacio y el tiempo, este mundo de la prueba y de la multiplicidad, hace que se exclame: ¡Rabbi! (mi Criador).
No es otra la idea del cristianismo genuino al proponer en su evangelio el suceso del encuentro de Jesús con el Ángel de la Revelación, el mismo que hace descubrir al alma su filiación espiritual.
Este reconocimiento amoroso de la biunidad entre el señor y el siervo, el padre y el hijo, el amante y el amado, el alma complaciente y el alma complacida, se expresa tanto en la versión hebrea del evangelio como en el Qur´an árabe, con la misma raíz léxica, r D y
De donde proviene el término Riduán en árabe y el hebreo Ratzón, con el significado habitual de complacencia.

" ¡Oh tú, alma que has colmado tu deseo!
¡Regresa a tu Señor (Rabb)
complaciente (radiya) y complacida! (mardiya)
¡Entra, pues, entre mis servidores
Y entra en mi Jardín!. (Sura del Alba, 27-30).

Y el que tenga oídos para entender, que entienda.

 

 Los doce Talleres

La cuarta maravilla son los doce Talleres a los que se hace seguir otros siete Talleres, al frente de los cuales hay un maestro. Además, a cada uno de estos son confiados, ya sea dos, ya sea uno solo de los doce Talleres superiores.
Es fácil reconocer su equivalencia astronómica; los doce signos del zodiaco y los siete cielos planetarios con los Ángeles que gobiernan cada uno.
Cada planeta tiene dos casas en el conjunto de los signos del zodiaco, mientras que el sol y la luna sólo tienen una. Sin embargo, no se trata aquí de una lección de astronomía, sino de los astros espirituales del Cielo del Malakut.
El simbolismo final se nos hace entonces evidente: el séptimo maestro, el Ángel de la luna, toma prestada la luz (el vestido de honor) del cuarto maestro, el Ángel del sol.
El tema nos devuelve al simbolismo de la Joya que ilumina la noche.

"Él es el que creó para vosotros lo que hay en la tierra en su totalidad, a continuación se irguió (stawà) hacia el cielo y dio forma a siete cielos y Él es de toda cosa Sabedor"(Sura de la Vaca, 29).

 El mundo sensible está atrapado en una sutil red espacio-temporal. El tiempo y el espacio son marcados aquí por sucesiones de siete y doce y múltiplos de estos.
Siete días, doce meses, sesenta segundos, sesenta minutos, veinticuatro horas. Sometidos a la determinación del tiempo y el espacio, probamos el paso del tiempo, la decrepitud y la muerte.
Sólo una ascensión a los cielos, puede liberarnos del ritmo de la existencia terrenal. Más allá de las esferas (falak) donde se encuentra el Trono del Altísimo.


La cota de mallas y la espada india.

"Y le hemos enseñado la fabricación de una cota de mallas (labus) para vosotros, para que os proteja de vuestra virulencia, pero ¿acaso sois agradecidos?" ( Sura de los profetas, 80).

La cota de mallas es el cuerpo elemental tejido en los Talleres precedentemente nombrados. Esos elementos físicos que componen el cuerpo físico son dispersados por la muerte.

La Espada India es la del Ángel de la muerte, que de un solo golpe rompe la cota de mallas, cuando esta acaba de prestar sus servicios. Este golpe es de un sufrimiento inconcebible para un no iniciado, aquel que no ha consagrado su vida a pasar por la prueba de la muerte mística.
Por contra, para el que ha encontrado la Fuente de la Vida y se ha bañado en sus aguas, la cota de mallas se ha hecho tan ligera que es insensible al golpe dado por la Espada.

 

La Fuente de la Vida

" Aquel día habrá rostros llenos de gracia,
complacidos de su búsqueda esforzada
en altos Jardines
en los que no hay palabra sin sentido.
Hay en ellos una Fuente de agua viva
lechos elevados hay en ellos
y copas preparadas
y cojines alineados
y alfombras extendidas" (Sura de La que envuelve, 12).

El agua simboliza la pureza y la vida. La lluvia, el mar, la fuente, la nube, aspectos de una misma realidad.
Bañarse en el agua, sumergirse en el mar, bautizase, hacer las abluciones, renacer al mundo espiritual.
La sed, la pasión, el deseo, el esfuerzo, la necesidad de verdad, de plenitud.
La Fuente que sacia.
"El que encuentra el sentido de la verdadera Realidad, ese ha llegado a esta Fuente".
La palabra Fuente en árabe (´ayn) sirve para traducir el concepto de manantial de existencia particular, el Sí Mismo o esencia (´ayn) individual de cada ser.
Porque cada ser existente es bidimensional, posee una dimensión escondida, latente en el Mundo del Misterio, el Ángel y otro aspecto aparente, manifiesto, fenomenal, propio del Mundo sensible.
Esas esencias individuales que sostienen todas las existencias individuales son la primigenia manifestación de Dios, los ojos de Dios, la plenitud de los Nombres, el Aspecto de la manifestación divina, el Rostro de Dios, que recibe todas las formas y a la vez, da las formas a los seres. Por medio de ella el ser divino se revela, "se muestra " a sí mismo, diferenciándose de su ser oculto.
En tanto que la esencia creada precede a la existencia, se puede hablar de una Individualidad preexistente, establecida (´ayn thabita) antes de su manifestación en el dunia. Esa esencia (´ayn ) es el manantial (´ayn) de la vida, de donde mana la existencia de cada cosa.

Volver a la Fuente es volver a tu Señor, volver a Ti mismo.

"Si eres el Jádir..."

¡La Alabanza es de Dios, el Señor de los Mundos!.


NB. El presente artículo está basado en la traducción al francés del original persa efectuada por el insigne maestro Henri Corbin, publicada con el título de "Le Récit de l´Archange empourpré", capítulo V del libro segundo de "En Islam iranien . Sohrawardî et les platoniciens de Perse". Ediciones Gallimard 1971.

Traducción al español y comentarios por Mehdi Flores.


Revista Verde Islam. Número 8. Año 3. 1998
Publicación digital del Centro de Documentación y Publicaciones de Junta Islámica